domingo, 11 de julio de 2010

Boletín 7

de_cuenteros y temas afines

boletín internacional

INDICE

1. EDITORIAL- CHARLANDO- "Para cazar historias, ¡la realidad es una fuente inagotable!" Beatriz Falero
2. URUGUAY-VENEZUELA -Tema de narración oral: "Arrollar la realidad al narrar cuentos" - Armando Quintero Laplume
3. MÉXICO - Charlando - "Los cuentos son para el ser humano"- Marconio
4. ARGENTINA- "Contar y leer cuentos: una sana y saludable costumbre" - Rubén López
5. CUENTO- "La Tejedora de Sueños" - Madrid Ediciones, SM, 2003
6. ARGENTINA- "Ser Mujer, un aprendizaje permanente" - Inés Grimland
7. MÉXICO-"Narración Oral e Identidad" Marilú Carrasco
8. MÉXICO-CRÓNICA- sección Los Motivos del Minotauro - "Deja que te cuente del cuento", "Por qué contar a Corín Tellado", "Mendelewicz sí hace cambios, no como Aguirre" - Francisco Ibarlucéa
9. MÉXICO- sección. Por amor y en honor a la palabra - "El tren de pasajeros" - Hena Carolina Velázquez Vargas
10. ESCRÍBENOS
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1. EDITORIAL , CHARLANDO- "Para cazar historias, ¡la realidad es una fuente inagotable!" Beatriz Falero

MÉXICO, Coordinación General del Boletín de cuenteros, incansable narradora de cuentos, Dirección General del grupo de los Narradores Orales de Santa Catarina y del Festival “Octubre el Mes de los Cuentos”. http://nao-cuenteros.blogspot.com/ http://BEATRIZFALERO-CUENTERA.blogspot.com/



Como buena cuentera que se respete, siempre ando a la caza de historias, cuentos, anécdotas, ¡y la realidad es una fuente inacabable!
¿Qué opinan del Pulpo Paul? (sí, así con mayúscula). Más famoso que usted o yo.

Por lo pronto ya está cotizado en miles de euros y ya enviaron protección de seguridad para el Pulpo Paul. Una cotización que jamás veremos por más optimistas que seamos y un equipo de seguridad que tampoco tenemos usted y yo.

Paul se ha convertido en el mejor distractor de la cotidianidad. Como antes eran los marcianos o el chupacabras que ya cayeron en desuso. Aunque pensándolo bien, qué tal si el famoso pulpito es un extraterrestre. Tiene toda la facha y características para serlo.
Es rarito, los ojos lo miran a usted, y al mundo que lo rodea, de manera muy extraña, puede respirar bajo el agua y desplazarse -no caminando-a pesar de tantos brazos y patas, sino como volando-de ladito; se pierde en la inmensidad del mar arrojando un líquido negruzco que lo desaparece y además tiene poderes de adivinación.
Dice Ricardo Medina, que escribe una columna en el periódico Excelsior, que en el libro El oráculo del perro de G.K. Chesterton(1926) al final, el Padre Brown reflexiona con un amigo:

“las supersticiones modernas (a veces más ridículas y, si cabe,
más irracionales que las antiguas) provienen de gente que
irracionalmente detesta creer en Dios pero que está más que
dispuesta a creer en perros que profetizan, en gatos que curan
a los desahuciados…o en pulpos que pronostican con aciert
los resultados del futbol”

Pero esto no es más que el principio, ¿qué sigue en esta vida de asombro? Cito de nuevo a Ricardo Medina “¿Pulpitos predicando en el púlpito? ¡Lo que nos faltaba!”



Por lo pronto, para que esté preparado, hay le va mi

Receta del Coctel de Pulpo

Compra usted un pulpo, indispensable para esta receta.   Pregunta su nombre, no vaya a ser...creo que Paul no es el indicado, le puede llegar una demanda millonaria además de todo el odio de los "hinchas" futboleros.

Lo mete al congelador para que se ablande, después hay dos formas de ablandar más su carne. Lo golpea,  sí lo golpea hasta que se ablande, o una vez que esté hirviendo el agua, mete usted el pulpo un momento y luego lo saca, lo vuelve usted a meter y lo vuelve a sacar. Una tercera vez repite lo anterior. Todo esto con la idea de que el pulpo "se asuste " (así dice la receta), me imagino que del susto le baja la presión y se desguanza.

Al agua le agrega hierbas de olor, mucha cebolla, ajo, un chile verde o chipotle. No le ponga sal hasta el final porque se vuelve a endurecer.
En la misma agua ponga varias papas cortadas en cuartos y cierre la olla express. 20 minutos son suficientes.
Al sacarlo, le quita toda la telita negra o rosita que lo cubre- o sea, lo desencuera- enseguida lo pica, revuelve papas y pulpo, jitomate picado, cebolla picada, cilantro;  le agrega la sal, el aceite de olivo, limón y (que me perdonen los dioses) Salsa Catsup.

Lo guarda en el refrigerador y en dos horas ¡listo!. Recomiendo acompañar con galletas saladas y un buen vino blanco – muy frío.

¡Aaaaah! y se degusta con un buen amigo…¡Salud y Muy Buen Provecho!

2. URUGUAY-VENEZUELA -Tema de narración oral:
"Arrollar la realidad al narrar cuentos" - Armando Quintero Laplume

*Coordinador Red Internacional de Cuentacuentos. Nació en Uruguay en 1944. Vive en Caracas desde 1978. Profesor en Literatura con estudios de Literatura Venezolana en la UCV y especializaciones en Narración Oral y Teatro en el CELCIT, Director Fundador de Los Cuentos de la Vaca Azul y de Narracuentos UCAB. Narrador Oral Escénico, Premio Chamán de la CIINOE (1991) y Caracol a la Oralidad de la AMENA (2004)http://cuentosdelavacaazul.blogspot.com/

 
Hace unos pocos días narrábamos, con Tiago de Jesús García, en el reciente Encuentro Pedagógico que se realizó en la Universidad Católica de Caracas.  La emoción crecía, como siempre, ante los rostros extasiados de los niños y jóvenes que seguían la mirada de asombro al descubrir al pequeño unicornio azul con alas del cuento “Puño al aire” posado en la palma de mi mano. Luego, continuábamos con el suave levantar de su vuelo. Ahí, nuestra mirada y la del público, seguían su recorrido y lo veían en su retorno a la palma de la mano y su despedirse para ir hacia un viaje, sin saber con claridad su destino. Allí, en ese momento, recordé un fragmento del cuento de Francisco (Paco) Espínola “¡Qué lástima!”. Lo transcribo a continuación.



“Y vuelta a aparecérsele a Sosa el carro y la yegua tordilla. Y vuelta a llevarlos, ahora ufano y dichoso, hacia su compañero.



- Usté, Juan Pedro, cuando quiera la yegua, va a mi casa y la saca. ¿Fuma otro, Juan Pedro?



Juan Pedro, ya con las manos muy torpes, lió un cigarro, encendió y dejó que saliera libremente, de toda la boca, el humo.



- Usté, cuando la precise, va, no más a mi casa y saca la yegua…Y si yo no estoy, la saca lo mismo.



Vaciló. La realidad no daba más y su ardiente pasión quería más todavía. Y arrolló la realidad. Y salió al otro lado, terriblemente amoroso, diciendo:



- Y si la yegua no está…¡usted la saca, lo mismo!”.



Don Francisco Espínola, (1901-1973), como el excelente narrador uruguayo que es, además de un buen captador de las cosas sencillas de los hombres de campo de su país natal o, al menos, de aquellos hombres de las zonas suburbanas del país, por los años cuarenta a cincuenta del siglo anterior, nos relata una escena común en una pulpería: el encuentro ocasional de dos hombres, Sosa y Juan Pedro. A partir del sentido comentario en voz alta del segundo, “¡Qué lástima, qué lástima, que la gente sea tan pobre!” y, por la ternura que la misma produce en el primero, poco a poco, se van tornando en fraternales amigos. Mientras comparten varias copas de caña y el alcohol los embriaga.



Sosa recuerda que tiene un carrito de pértigo y una yegua para su trabajo de montaraz y de vendedor de leña en el pueblo. Desde un ponerse y ponerlos a la orden, hasta el prestarlos, la situación llega al clímax en esa frase de Sosa: “Y si la yegua no está…¡usted la saca, lo mismo!” que, como muy bien acota Espínola, arrolla la realidad. El amor fraterno y la sinceridad de una entrega amorosa y fraterna lo llevan más allá de lo común. A un “no hacer caso de leyes, respetos ni otro miramientos ni inconvenientes”, como dice el diccionario de la R. A. E. La entrega sincera del alcohólico, que es también la del niño.



Creo que a esos extremos hemos de llegar al narrar oralmente, a esa entrega.



Nuestros abuelos, en este momento lo recuerdo, nos aseveraban que siempre hay que estar muy atento a la sinceridad del niño y del alcohólico. ¡Ojo!, no estoy aseverando que hay que recurrir a la caña u otros medios para lograr una entrega similar. Desde adentro, desde la conciencia del oficio de palabreros que ejercemos. Viendo al unicornio azul con alas para que los otros lo vean.



El arte de narrar cuentos, de muchas y divertidas formas, ha sido, es y será una constante propuesta de arrollar la realidad. Y creemos que esa es una de las maravillosas funciones de un narrador oral. Como creemos que a la misma ha de asumirla con total conciencia en su ejercicio. Si aún no lo ha hecho.



3- MÉXICO - "Los cuentos son para el ser humano", Marconio

*Contador público… de cuentos


¿En realidad existen cuentos “para niños” y “cuentos para adultos”?



A lo largo de los quince años de experiencia que llevo en el arte de contar cuentos, puedo decir que desde mi punto de vista NO HAY DIFERENCIA entre contar para niños y contar para adultos. Los cuentos son para EL SER HUMANO. De hecho, cuando tengo frente a mí un público de adultos —esto es arriba de los 25 años— lo que sucede casi siempre es que tal audiencia reacciona y participa en la dinámica del cuento como si fueran niños. Alguna vez comenté esta circunstancia con mi amiga Vianey Herrera, psicoterapeuta especialista en infantes. Se interesó tanto en el fenómeno de los adultos convertidos en niños frente al cuento, que fue a presenciar algunas de mis funciones. Mi amiga concluyó lo siguiente: La dinámica del cuento oral reduce la edad del adulto más o menos hasta los ocho o nueve años, que es cuando el niño comienza a sentirse capaz de influir y enfrentarse a las dificultades. Son los años en que se sienten “superhombres” y “salvadores”, capaces de vencer cualquier obstáculo. El espíritu de aventura está a flor de piel. Dado el caso, el comportamiento de los adultos frente al cuento se identifica claramente con esa etapa de la formación del carácter. El público se unifica en un subconsciente colectivo que fluye con una libertad casi pueril.



Por otra parte, el gran escritor istmeño Andrés Henestrosa, afirmó en una entrevista que: “la única posibilidad de paraíso es la infancia” y que de alguna u otra manera, todos los adultos buscamos —consciente o inconscientemente— regresar a ella. Yo he confirmado a lo largo de los años que contar y escuchar cuentos es una puerta benévola, prácticamente sin chapa, para volver a nuestros paraísos y sentir aquella naturalidad vital, creativa y llena de opciones para la imaginación.



NO HAY DIFERENCIA entre contar un cuento para adultos o para niños. SE LE CUENTA AL SER HUMANO. Claro, siempre existe la comezón de muchos colegas que me retan: “A ver, cuéntale un cuento erótico, digamos algo de Sade, a los niños”. Pues claro que lo hemos hecho. Alguna ocasión me “arriesgué” a contar un cuento erótico a un público infantil. Descubrí entonces que los niños asocian los encuentros sexuales a una extensión de “darse besos” (guácala, a su edad); además de que el verdadero problema es que los adultos no somos capaces de contestar las múltiples preguntas que se generan en el público infantil. Si en nuestra educación pública hubiera una capacitación eficaz para responder preguntas sobre sexualidad, el asunto de los cuentos eróticos no generaría tantos prejuicios.



Sin embrago, hay una razón —más técnica— para pensar dos veces antes de aventurar un tema de éstos con los niños. Resulta que al contarles algo erótico, se genera la necesidad de dar constantes explicaciones ante las preguntas que ellos lanzan sin restricciones, lo cual interrumpe constantemente el cuento y puede destruir el ambiente íntimo y concentrado que genera una sesión cuenteril.



Si estuviéramos entrenados para tratar asuntos como la violencia, el sexo, la muerte, entre otros, no habría ninguna restricción para incluirlos en un repertorio dirigido a niños. El problema es de los adultos incapaces, no de los niños. Después de un cuento erótico, ningún niño va a salir a violar a su maestra o a enseñarle el pene a sus amigas. Un cuento erótico no forma perversidades sociales a ninguna edad.



Concluyo, por ahora, y comento también que en algunas funciones me ha sucedido que los “adultos” se sienten incómodos al escuchar un cuento. Se muestran reacios a participar e integrarse a la magia colectiva. A veces prefieren salirse de la sala. Lo que sucede es que algunos adultos tienen prohibido —desde el subconsciente— hacer contacto con su niño interior. “Ésas son cosas de niños”, afirman con desprecio y se excluyen. Parece que para algún sector del público, y de las instituciones culturales, los cuentos siguen siendo algo “poco serio”. Allá ellos, si sepultan su “yo niño”, e ignoran las enormes ventajas de volver al paraíso.



4- ARGENTINA- "Contar y leer cuentos: una sana y saludable costumbre" - 
          Rubén López

*Rubén López. Narrador Oral.Director del Festival Cuento Palabra y de la Escuela de Cuentería "DICHO y HECHO”, junto a Alejandra Oliver Gulle. Coordinador del Venique Tecuento y ContARTE en el Museo. Integrante de Alas de Cuento. Miembro de CEDILIJ y la Red Latinoamericana de Cuentería.
-- Cuento PalabraFestival y Encuentro Internacional de CuentacuentosCórdoba - Argentina http://www.rubencuenta.com.ar/ http://es.geocities.com/alejandraolivergull
http://www.portaldeloscuentos.com.ar/


Las palabras son como musiquitas que no pueden quedarse quietas por que sólo existen mientras están sonando. Son energía pura vibrando en el aire. Sonidos ensamblados que duran un tiempo muy cortito. Pero, aunque su vida es tan corta como un suspiro, durante mucho tiempo se las arreglaron para mantenerse vivas, viajando de boca en boca, y recién cuando se inventó la escritura, que es algo así como guardarlas en un papel para protegerlas del paso del tiempo, las palabras se quedaron quietas, como invernando, esperando que algún día alguien les devuelva su energía vital original. Por que leer es eso: darles vida nuevamente a las palabras.


Por eso los que leemos o contamos somos como pequeños dioses que damos vida a las palabras y a las historias. Contar y leer son actos de donación de vida, actos de amor.



Claro que esto ya lo sabían los hombres primitivos desde el inicio de los tiempos, cuando se juntaban a contarse cuentos para acortar las noches y vencer sus temores. Contando historias comenzaron a conocerse y a conocer el mundo que los rodeaba.



Con palabras describían lo que podían ver y se apropiaban de esa “visión” para luego poder compartirla, describiéndolas con palabras para que los demás también pudieran verlas.



Desde su origen las palabras estuvieron estrechamente vinculadas con las imágenes y en las historias, cuando las palabras se juntan y juegan a la mancha, las imágenes entran en acción. Es por esto que las historias siempre han despertado la imaginación (imágenes en acción).


Existen historias tan antiguas como la humanidad que guardan en si mismas la sabiduría de los pueblos y hay quienes sienten que las historias son como personitas que desde épocas remotas vienen viajando de boca en boca protegidas por la memoria de la gente en un comienzo y luego también protegidas dentro de los libros.



Ahora bien, si las historias y los cuentos se las arreglaron para llegar hasta nosotros, no ha sido por casualidad. Todo tiene una razón de ser. Los cuentos atienden necesidades esenciales del ser humano: ayudarnos a conocernos, encontrarnos, comunicarnos y entretenernos.



Cuando contamos o leemos un cuento entregamos un poco de nosotros a las palabras: nuestra voz. La voz es algo muy íntimo nuestro, y al entregarla nos estamos brindando a través de las historias. Por eso contar un cuento requiere de valor: el valor necesario para vencer el pudor que provoca desnudar en parte nuestra interioridad frente a otra persona.



Contar cuentos es un acto de entrega que genera confianza en quien nos escucha. Esa persona que escucha, cree nuestra palabra, confía en nosotros, se entrega al juego y genera el silencio necesario para que el cuento lo habite, se instale y haga nido en su corazón.



En todo espacio donde se cuentan historias se fortalecen lo vínculos afectivos entre las personas, entre quienes cuentan y quienes escuchan; esto ocurre tanto en un grupo de trabajo como en un circulo de amigos y sobre todo en nuestro hogar, con nuestros hijos, en nuestra familia.



Esto lo sabemos desde siempre, pero los tiempos que corren, tan ruidosos y atiborrados de tanta imagen, no favorecen los espacios de escucha; esos momentos de silencio fundamentales para que las historias logren anidar en nosotros.



Se hace indispensable entonces que busquemos o generemos esos espacios nosotros mismos, para brindarnos esos momentos necesarios para compartir historias.



Leer o contar cuentos a nuestros hijos por las noches es una de las formas y uno de los mimos más mágicos que podemos regalarles y regalarnos. Invitarlos a compartir el viaje imaginario que proponen las historias tradicionales o literarias es una maravillosa aventura. Animarnos a vivir juntos el desafío de enfrentar a las fieras más terribles, desde los seres más horrendos hasta los más tiernos, las situaciones más desopilantes y los miedos más profundos. Arriesgarnos a salir airosos o vapuleados, melancólicos o esperanzados, apenados o contentos.



En Córdoba somos afortunados por que contamos con un espacio comunitario donde un grupo de personas arriesgadas y entusiastas nos reunimos desde agosto del 99 a contarnos cuentos. Ese espacio se llama Venique Tecuento y funciona todos los primeros viernes de cada mes, de 19:00 a 21:00 hs, en la Casa de Pepino – Almacén de la Memoria, justo en la esquina de Belgrano y Fructuoso Rivera, en el Barrio Guemes.



En el Venique Tecuento nos reunimos los que tienen historias para contar y los que quieren historias para escuchar: niños, padres, abuelos, estudiantes, docentes, profesionales, lustrabotas, psicólogos, plomeros, cuenteros, etc., etc., etc. Todos son bienvenidos, sobre todo aquellos que sienten, como nosotros, que contando cuentos podemos vivir muchas más vidas que las que puedan marcar las agujas de un reloj.



La invitación esta hecha. Los libros están allí con sus historias esperando que las hagamos sonar. Los cuenteros también están allí, haciendo sonar sus historias esperando orejas atentas que las quieran escuchar. Por suerte las palabras no se quedan nunca quietas, son como musiquitas que se mantienen vivas jugueteando en el aire o jugueteando dentro, muy dentro de cada uno de nosotros.


5- CUENTO- "La Tejedora de Sueños" , enviado por Cuentos para Crecer. cuentosn@cuentosparacrecer.com

Nayra conocía perfectamente el poder de la música a pesar de sus pocos años, pues desde bien pequeña su madre le había susurrado canciones al oído, canciones que debería saber para poder convertirse algún día en la futura Tejedora de Sueños. A ella le gustaba mucho cantar, pero sabía que nunca debía enseñar estos cantos de poder a nadie, pues podrían ocurrir cosas terribles.



Una vez le contó la más anciana del grupo que, por causa de una canción, la mitad de los jóvenes de la tribu habían desaparecido como por encanto y habían vuelto a aparecer al cabo de un mes, sin que nadie pudiera explicar dónde habían estado, ni siquiera ellos mismos.



Aquellos relatos le parecían a Nayra llenos de magia y misterio. Todavía era muy joven para comprender la razón de tanto secreto, pero se había comprometido a guardar silencio y su promesa era sagrada.



Hacía ya mucho tiempo que los hombres de la tribu confiaban la curación de su alma y de su cuerpo a las mujeres. Ellas, según sus antepasados, tenían el poder desde el nacimiento para interpretar las señales y para encontrar los remedios a todo tipo de males. Y eran precisamente las mujeres quienes se ocupaban de buscar a la Tejedora de Sueños. La elegida sería aquella joven que supiera responder a las preguntas más complejas con sabiduría, que conociera los remedios para las enfermedades, que supiera las canciones de poder, aquella que se inventara historias que ayudaran a curar, aquella que supiera viajar al mundo de los sueños, aquella en quien las demás confiaran.



Su madre había sido escogida hacía ya mucho tiempo, y ahora ella se preparaba para ocupar su puesto, si era aceptada por las mujeres del grupo.



Mientras tanto, seguía aprendiendo de su madre todos los conocimientos de música, plantas y piedras, el lenguaje de los animales, a viajar al reino de los sueños y a interpretar las señales de la tierra, del agua, del aire y del fuego.



Un día, mientras recogía plantas medicinales y alguna flor para adornar su pelo, Nayra tarareaba una de aquellas sagradas canciones en lo alto de la colina, sin darse cuenta de que alguien la estaba escuchando: era su amigo Torahi.



—¿Qué cantas, Nayra? —le preguntó mientras se acercaba—, me gustaría que me enseñaras tus canciones.



Pero Nayra le contestó:



—Sabes que no puedo, tú eres un hombre y es costumbre de nuestro pueblo que sean solamente las mujeres las que aprendan y utilicen estos cantos.



—Pero Nayra, nadie se enteraría, te lo prometo, yo solo quiero que me enseñes a cantar como tú, porque siento algo muy especial cuando te oigo.



En ese momento le entró la duda. Por un lado Nayra sabía que eso estaba prohibido, pero Torahi era uno de sus mejores amigos y no quería defraudarle.



—Está bien, pero solo te enseñaré una. Tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie; si no cumples tu promesa nunca más volveré a dirigirte la palabra.



—Te lo prometo —dijo su amigo Torahi, mientras se sentaba en una roca.



Nayra se sentó a su lado, cerró los ojos y comenzó a susurrar en sus oídos una melodía, mientras el muchacho sentía que algo extraño le estaba ocurriendo.



Cuando terminó de cantar, Nayra abrió los ojos y lanzó un fuerte grito que asustó a todos los animales de los alrededores: Torahi había desaparecido de su vista en medio de una espesa niebla. Nayra, asustada, recordó en esos momentos la historia que le había contado la anciana de la tribu y comenzó a llorar desesperada pensando que había perdido a su mejor amigo.



Pero no había pasado ni un minuto, cuando el muchacho volvió a aparecer delante de sus ojos, aunque se dio cuenta de que no era el mismo de siempre: ¡Torahi se había convertido en una muchacha!



—¿Qué me ha pasado? —gritó Torahi, al ver su nuevo cuerpo—. Nayra, ¿qué has hecho? ¡Creí que eras mi amiga y me has hechizado con tu canto!



La joven le miraba de arriba abajo llorando y temblando de miedo, sin comprender lo que pasaba.



—Lo siento, Torahi, yo no sabía que te podría ocurrir esto... —le dijo—. Iré a buscar a mi madre, ella sabrá lo que hay que hacer. Tú quédate aquí hasta que yo vuelva.



Nayra bajó la colina corriendo en busca de su madre y le contó, con mucha angustia, lo que había sucedido. La Tejedora de Sueños, después de reprender severamente a su hija por haber roto su promesa, le dijo:



—Ahora no puedo hacer nada, pero cuando llegue la noche buscaré un remedio en el mundo del sueño y se lo llevaré. ¡Menos mal que por lo menos no ha desaparecido!



Nayra se fue al encuentro de su amigo Torahi cabizbaja, porque sentía mucho que su madre no pudiera solucionar su problema con rapidez:



—Torahi —le dijo—, mi madre no puede hacer nada por ti hasta que llegue la noche. Me ha prometido ayudarte cuando consiga el remedio en el mundo del sueño.



—¿Y yo qué voy a hacer hasta que llegue la noche? —le dijo Torahi desesperado. —Así no puedo regresar al poblado.



—Pues quédate aquí hasta que llegue mi madre y yo me quedaré a tu lado para hacerte compañía —le dijo.



Pero Torahi estaba muy enfadado con Nayra y le pidió que le dejara solo.



Nayra se fue triste y preocupada, confiando en que su madre consiguiera pronto el remedio para deshacer el hechizo de su amigo.



Aquella noche iba a ser muy larga, pensó el muchacho, y se quedó contemplando el atardecer, confiando en que apareciera pronto la Tejedora de Sueños.



Nadie sabía lo que pasaba en el interior de Torahi, solo él se daba cuenta de que veía todo de otra manera, olía nuevos aromas que le venían de la pradera, y escuchaba los sonidos de la tierra como si fuera la primera vez. Sus sentidos se estaban abriendo a sensaciones desconocidas. No solo había cambiado su cuerpo sino que su mente pensaba de forma distinta y su corazón sentía cosas que antes nunca había sentido.



Torahi no podía dormir, aquella experiencia era demasiado extraña para él, todo le parecía nuevo. Al observar cómo un águila cuidaba de sus polluelos, sintió la ternura que sienten todas las madres; las flores que tapizaban la pradera le parecieron de una belleza deslumbrante, como si nunca las hubiera visto antes. Entonces, cerró los ojos y sintió cómo la brisa del viento le acariciaba.



Tocado por una magia especial, miraba al sol en su descenso por el horizonte y su visión le emocionó tanto que las lágrimas llegaron a sus ojos.



Entretanto la Tejedora de Sueños se adentraba en el mundo que tan bien conocía buscando el remedio al hechizo, y cuando por fin se encontró con la Guía de la Noche, le contó lo que había venido a buscar. Ella le dijo:



—Hay una canción que puede ayudar Torahi a recuperar su aspecto, pero debes decirle que solo cambiará su cuerpo, porque en su mente y en su corazón quedará siempre el recuerdo de esta noche. Tienes que saber que, a partir de ahora, Torahi podrá recibir tus conocimientos, pues lleva dentro de sí las dos maneras de ver el mundo. Sin embargo, tu hija ha roto su promesa y ha demostrado que no se puede confiar en ella. Regresa y dale este mensaje.



Entonces la Guía de la Noche le enseñó a la Tejedora de Sueños otro canto que servía para devolver a Torahi su cuerpo de muchacho.



Sabía que Torahi la esperaba, por eso subió lo más rápidamente que pudo hasta lo alto de la colina mientras pensaba en lo que le había dicho la Guía de la Noche. Allí se encontró al muchacho despierto, observando con atención todo lo que estaba pasando en su interior:



—¡Torahi, ya estoy aquí! —le dijo.



—¡Por fin has llegado! ¿Traes el remedio para mi hechizo?



Entonces la Tejedora de Sueños se sentó a su lado y le cantó al oído la mágica canción. Por un momento, Torahi desapareció de su vista envuelto en una espesa niebla, pero cuando volvió a aparecer, su cuerpo era el de siempre.



Torahi la abrazó lleno de alegría, le dio las gracias y le dijo:



—He tenido un sueño muy extraño, aunque creo que no estaba dormido. He visto a la Guía de la Noche y me ha dicho que yo seré la próxima Tejedora de Sueños, ¡pero eso es imposible!, ¿no es verdad? Debe ser una mujer...



—Torahi, las cosas pueden cambiar, quién sabe... Pero quiero preguntarte algo: ¿cómo te has sentido desde que te convertiste en una muchacha?



Y Torahi, todavía impactado por lo que le había sucedido, le contó sus experiencias de aquella noche tan larga y especial.



Pronto comenzó su aprendizaje, y la Tejedora de Sueños le enseñó los secretos de la música, las plantas y las piedras. Le enseñó a comunicarse con los animales y a interpretar las señales de la tierra, del agua, del aire y del fuego.



Y cuentan los ancianos que, cuando llegó el momento de buscar quien la sustituyera, Torahi fue elegido Tejedor de Sueños por todas las mujeres de la tribu y Nayra se convirtió en su ayudante.



Begoña Ibarrola
Cuentos para sentir 2 ‐ Educar los sentimientos
Madrid, Ediciones SM, 2
 
6. ARGENTINA- "Ser Mujer, un aprendizaje permanente" - Inés Grimland 


*Actriz, Narradora Oral, Docente, Directora de grupos de NO.
Lic. en Sociología - Psicóloga Social.




Hasta hace algunos años, yo estaba segura que al nacer quedaba escrito en alguna parte nuestro destino.
Después pensé: ¿Si esto es así, si ya todo está escrito y predestinado, dónde queda mi posibilidad de elegir? ¿de actuar? ¿DÓNDE ESTÁ MI LIBERTAD?



Entonces me convencí de que sólo yo podía decidir mi vida, de que podía hacer lo que quería, que era dueña de mis actos.



¿Pero es así? ¿Cuánto de lo que hacemos es absolutamente nuestro y cuánto consecuencia de lo que recibimos?



Somos un eslabón en la larga cadena de la humanidad, único e irrepetible pero un eslabón que nos enlaza con los que fueron y con los que vendrán.



No podemos cambiar el mundo pero podemos cambiarnos a nosotras mismas y mostrar un camino diferente a los que nos rodean. Tenemos la posibilidad de escribir nuestra historia, de resignificar lo que nos pasó y pasa a lo largo de la vida. Para que la vida no nos pase por encima.



Durante siglos las mujeres fuimos el sostén emocional de la familia. Velamos por nuestros padres, nuestros esposos y nuestros hijos. Si ellos eran felices lo éramos también nosotras. Vivimos en función de “los demás”.



Pero tratar de hacer felices a todos es una empresa imposible, que muchas veces nos cuesta la salud y la vida. Una mujer que es hija, esposa, madre, abuela, muchas veces se olvida de ser “mujer” y cuando lo recuerda y siente la necesidad de verse y sentirse como “mujer” siente culpa, escucha en su interior, “tu felicidad es la de los otros, ¿quién te enseñó que tenemos derecho a ser felices? ¿a ser simplemente persona?



Pero entender lo que nos pasa requiere tiempo y darnos cuenta también. Entender qué mandatos rigen nuestra vida que nos hacen aceptar situaciones de maltrato, humillación y sometimiento creyendo que son normales. Entender que decir “yo no trabajo, soy ama de casa” es una aberración, que trabajar en la casa y además en alguna fábrica u oficina no tiene nada que ver con una supuesta “liberación de la mujer”, que decir “ese hombre es mejor porque ayuda a su mujer con los niños o con la casa también es una falacia, porque pone en evidencia lo que parecería ser bueno pero en el fondo es más de lo mismo. ¿Por qué ayudar es bueno?



¿Acaso no es su casa, su hijo? ¿No es su obligación?



Las mujeres que pasamos los 50 vivimos tironeadas. Por lo que nos enseñaron y por lo que queremos hacer. El mundo no es como nos lo vendieron. Nuestra educación no tiene nada que ver con la forma en que educamos a nuestros hijos.



El mundo cambia rápidamente. Lo que ayer era un escándalo hoy es natural. El movimiento es continuo y nos sacude. Ya cumplimos con todos, ahora queremos otra cosa. De pronto se nos ocurre que queremos florecer. De pronto nos damos cuenta de que lo que Freud llamó “el síndrome del nido vacío” es una oportunidad de salir al mundo; Freud me parece un genio, pero ¿saben qué? Era hombre y se le perdieron de vista algunas cosas. Conozco muchas mujeres que al llegar a la “mediana edad” se deprimen, lo único que esperan es morir o tener nietos y ocuparse de ellos, pero también hay muchas otras que empiezan a vivir una vida plena y productiva. Cuentan cuentos, estudian, pintan, esculpen, viajan y disfrutan a pleno. Pero asusta. La libertad asusta, porque todo crecimiento da miedo, se siente como viviendo una “crisis”. Pero la crisis produce cambios y eso es lo que buscamos y debemos tomar.



No existe la realidad sino una lectura de la realidad. El lenguaje es instrumento de conocimiento, expresión y recreación del mundo interior y exterior. El lenguaje es el medio para comunicarnos con otros, para recibir la herencia del pasado, para asimilar, construir y difundir aquello que denominamos cultura.



Así como el pájaro de la libertad necesitó que sus pares le mostraran uno de los tantos caminos para llegar a la rama más alta del árbol mas cercano, así nosotras las mujeres tenemos la posibilidad de aprender de nosotras mismas y volar.



Por eso, si no es “ahora” el reto de llegar a la rama mas alta de nuestro árbol de la vida, entonces, ¿cuándo?

7- MÉXICO -"Narración Oral e Identidad" Marilú Carrasco

*es narradora oral, actriz y titiritera, con una trayectoria de 21 años en el arte de contar cuentos y en busca permanente de historias y de experimentaciones escénicas.




Me interesa hurgar en el tema de narración oral e identidad, justamente en una era de globalización donde se comparten diversas manifestaciones culturales y donde también se imponen las culturas hegemónicas.



En primer lugar me pregunto qué significa el término identidad. Y me contesta un sin fin de voces desde las ciencias sociales. La identidad siempre está vinculada al conjunto de relaciones sociales, las cosmovisiones, la lengua, la religión, el arte, los usos, costumbres y saberes. Estos factores son interiorizados de una forma específica, distintiva por los miembros de una comunidad relacionados los unos con los otros y a su vez en relación con otras comunidades.



El niño o la niña, desde temprana edad, empieza a conformar su identidad al ser parte de un núcleo familiar (y recordemos que hay varios tipos de familia, no sólo la tradicional) que a su vez forma parte de una comunidad con determinadas costumbres y lenguaje.



La palabra también es caricia. Cuantas rimas, refranes, dichos, versos, canciones, adivinanzas y trabalenguas nos han acompañado desde nuestra niñez y se ligan a recuerdos placenteros: a la reunión familiar, donde los mayores nos hacían repetir juguetonamente "por aquellos montes, por aquellos cerros tengo un nidito de pájaros negros, anden muchachos vamos a verlos, ya estarán grandes, ya estarán negros, ya serán pajaritos voladores, uchi uchi uchi."



Dicen los psicólogos que la identidad tiene una estructura tanto racional como emocional. Los recuerdos de los sonidos, los aromas, los sabores, las imágenes y sus colores, actúan con nuestra racionalidad.



Yo recuerdo las tardes cuando, siendo pequeña, visitaba a mis abuelos. Toda la familia se sentaba en el patio de la casa bajo los árboles de papaya y de higo, a esperar que cayera la noche, mientras el ambiente se iba llenando del olor a café recién tostado. Entonces mi abuela cantaba alguna canción en lengua otomí y mi abuelo contaba historias, anécdotas, sucedidos mientras los nietos escuchábamos arrobados, cobijados por la inmensa ternura de las palabras, de los brazos que nos rodeaban amorosamente cuando se contaba un cuento de brujas o de aparecidos. Para mí esas vivencias tienen que ver con lo que soy, con mi gusto por contar, con mi sensibilidad y aún con las expresiones coloquiales que uso en mi hablar cotidiano. La memoria de esas vivencias me da un sentido de pertenencia.



La lengua como expresión cultural e identitaria.



La palabra es un atributo fundamental en la identidad de un grupo humano. Desde tiempos remotos, la gente se reunía alrededor del fuego donde se contaba cosas y se recreaba la lengua. Eran los narradores quienes conservaban y transmitían la historia y los hechos importantes. Durante muchos siglos la palabra hablada fue la manera principal de transmitir la cultura y cohesionar a los individuos haciéndolos partícipes de una comunidad.



Y ahora en nuestra era de realidad virtual ¿qué sucede? ¿La palabra hablada sigue teniendo el mismo valor que en las sociedades rurales?. No lo sé de cierto. Sí me doy cuenta de que los niños y niñas, los jóvenes viven bombardeados de imágenes, de videojuegos, de juguetes máquina, de programas televisivos que ensalzan la violencia gratuita, de mensajes publicitarios que banalizan los sentimientos humanos como si fueran objetos de usar y tirar. Lo peor es que el Estado, al menos en México, carece de políticas culturales que favorezcan el fortalecimiento de nuestras identidades frente al embate de los medios electrónicos, empeñados en desarraigarnos de nuestras pertenencias culturales.


Sin embargo y pese a todo, quienes contamos cuentos sabemos que a la gente le gusta escuchar, oír historias, compartir ese momento único e irrepetible cuando la voz de un narrador o una narradora le abren las puertas de la imaginación, al igual que la fórmula mágica ¡Ábrete, sésamo! abría la cueva de los tesoros en el cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones.



Y es que este gusto de escuchar cuentos, despierta la memoria colectiva y su sabiduría ancestral, porque en ellos se guarda el espíritu de los tiempos, la voz de generaciones con todo aquello que significa ser parte de un pueblo. Los cuentos nos muestran el tesoro de la experiencia e imaginación de nuestros antepasados quienes, igual que nosotros, se ocupaban de su trabajo, del canto y el baile, amaban, contaban historias y celebraban la vida.



Ahora bien ¿la narración oral puede generar un sentimiento de identidad? ¿Puede ayudar a que los miembros de un determinado grupo social se reconozcan como tales, a partir de referentes simbólicos presentes en la narración?



Creo que sí. En alguna ocasión Las Mentirosas presentamos un espectáculo de cuentos de tradición oral de distintas regiones de México a un grupo de niños y niñas provenientes de varios pueblos indígenas, personas bilingües que se expresan en su propia lengua y en español. La respuesta fue extraordinaria, había una absoluta conexión entre los cuentos y ellos, tal vez fue por la cantidad de referentes simbólicos contenidos en estas narraciones a saber: la vida cotidiana de un pueblo de pintores nahuas con sus costumbres y rituales, El conejo y el coyote en el eterno enfrentamiento de la astucia contra el abuso, igual que en la vida real se da entre los desposeídos y los poderosos. Salve decir que el gozo producido en los espectadores fue directamente proporcional al placer de nosotras, pues realmente se había producido un momento de identificación total.



Decía Edmundo Valadez que “el cuento es un género que contiene, para cualquier país, una tradición muy honda; es un medio para recoger su circunstancia, su modo de sentir, su modo de pensar, sus personajes, su geografía, su modo de hablar, su idiosincrasia. Y produce un impacto, una satisfacción, la suma felicidad. Ésa es la maravilla del cuento, de un buen cuento.”



Esta es la importancia también de la narración oral y también la responsabilidad que tenemos los narradores orales en la transmisión de los valores éticos y culturales que dan sustento a nuestras identidades.



Y digo responsabilidad porque lo que contamos, la selección del repertorio, los recursos escénicos, el lenguaje utilizado, la riqueza y belleza de las palabras influye en la sensibilidad de nuestros oyentes, sobre todo si son infantes, en la configuración de su imaginario y en el conocimiento y la reflexión de sí mismos y de su entorno.



Concluyo que la narración oral es una herramienta ideal, necesaria para la creación y recreación del yo y del nosotros.

8. MÉXICO-CRÓNICA- sección Los Motivos del Minotauro - "Deja que te cuente del cuento", "Por qué contar a Corín Tellado", "Mendelewicz sí hace cambios, no como Aguirre" - Francisco Ibarlucéa

*Amante y caminante de la Ciudad de México, hacedor de Historia y de historias, relator de las mismas en el grupo Sol Azul, gestor del Patrimonio cultural, escritor y performancero



HOLA BLOGUEROS IBEROAMERICANOS ¡QUE gran placer saludarles desde algún lugar de la ciudad de México! Andamos en los últimos estertores del mundial y ciertamente con algo de parálisis, pero el ánimo no claudica. 
Tlaltecuhtli la diosa del inframundo mexica yace por fin en el vestíbulo del Museo del Templo Mayor, el descomunal monolito que emana una energía primigenia ya puede ser sentido. Y preparándonos para la recta final de los fastos del Bicentenario y Centenario, y eso que nos saltamos la parte de en medio, la que hizo al país; los 150 años de la libertad de cultos como consecuencia de la Reforma. De las pocas cosas celebrables para nuestro Bicentenario son las Voces del ídem, los ganadores de un reality que culminó este domingo con el triunfo de la regiomontana Patricia Santos González, los cinco primeros lugares (voces sumamente privilegiadas) que cantarán la noche del grito de este año. Pero antes de que se venga en cascada estos grandes y tan sonados acontecimientos hablemos de otros temas.

DEJA TE CUENTO DEL CUENTO
Un cuento según la Real Academia Española de la Lengua, es la relación de un suceso, una breve narración oral o escrita de sucesos falsos o de pura invención, de carácter sencillo, hecha para fines morales o recreativos. El vocablo también se usa para dar cuenta de una quimera, una enemistad o una desazón. Hay, lo sabemos, cuentos pésimos y sublimes, los hay edificantes y simples. Cuentos de hadas, de terror. Los cuentos que solemos llamar clásicos de la literatura infantil son material de apoyo para los procesos elaborativos en la resolución de conflictos propios de la psique humana. Hay que retomar a Bruno Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas.
Después de la atrocidad de los tiempos, narcotráfico, hambruna, desigualdad social, racismo, pobreza, devastación ecológica…Uff cuando el discurso se agota hay que cederle la voz y el tiempo a los poetas, a los verdaderos sabios, ahora le cedemos la palabra a un célebre habitante de la Colonia San Rafael de la ciudad de México; a León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan solo lo que he visto/ y he visto/ que la cuna del hombre la mecen los cuentos…/ que los gritos de angustia del hombre los ahogan los cuentos…/ que el llanto del hombre lo taponan con cuentos…/que los huesos del hombre los entierran con cuentos…/ Y que el miedo del hombre…/ ha inventado todos los cuentos./ Yo sé de muy pocas cosas, es verdad./ Pero me han dormido con todos los cuentos…/ Y sé todos los cuentos.

¿PORQUÉ NARRAR A CORÍN TELLADO?
El sábado 26 de junio, este narreseñador se apersonó en el Museo León Trotski para ver un nuevo proyecto de narración de cuentos, fue ciertamente polémico, y venía dicho espectáculo EL DÍA QUE MURIÓ CORÍN TELLADO acompañado de diversos comentarios de sus dos anteriores presentaciones el 17 de junio en la Terraza, el 22 de junio (EL DÍA QUE MURIÓ LA SELECCIÓN DE MÉXICO) en la casa de la Güera Rodríguez sita en Madero.
Esta propuesta dirigida por Moisés Mendelewicz es un divertimento, una prueba de conversación casual-escénica con narración oral; en la Terraza hubo quién llegó a sugerir que les faltaron sus micrófonos como conferencistas a Rosa Elena Barrientos, Marielena Carvajal, y Florina Piña, estupendo trío.
La opción en la Casa de la Güera, fue colocar al público en círculo alrededor de las narradoras.
En el Trotski, se les dejó un poco esquinadas y el foro en media luna. Por cierto una asistencia muy nutrida, 38 personas. Público disímbolo, amigos, compañeros, narradores; Arturo Peón, Jennifer Boni, Victoria Rodríguez de Sol Azul, Marilú Carrasco, habían niños, bebés, público a todo color y expectante. Moisés al filo de las 19:40 (tarde-noche un poquito calurosita pero sabrosona) advierte al respetable, que este es un ejercicio experimental escénico no hecho para la complacencia, es un riguroso ejercicio.
Ahí en la mesa departiendo muy pero requeté muy bien instaladas Barrientos, Carvajal, Piña. Tan naturalotas, que uno se sentía en la mesa escuchando las disertaciones y discusiones de ida y vuelta alrededor de vida y obra y muerte claro; de Corín Tellado, se llaman al asombro, ¡ah, ya se murió el señor!
Hace mucho y era doña Corín Tellado, española, asturiana, escribiendo miel sobre mermelada en pleno franquismo, y todo esto resultaría en una función por demás disfrutable por el humor involuntario implícito en la ingenuidad no sólo de la autora, sino también de sus tiempos hace por lo menos 50 años, el universo de los clubes, de los yates, de la Aristocracia, del buen vivir y buen vestir, de sobre todo las buenas costumbres whatever it means.
Fresca Flor Piña como conversadora, un descaro que el público a ratos se queda anonadado ¡Pero cómo la función no es para este lado del escenario! ¿Las mesas de esta cafetería son el escenario? ¿Son actrices? ¿A quién interpretan? ¿Estamos con ellas? ¡Qué estamos observando!
Pero con la advertencia no fue necesario recular en el sobre aviso no hay engaño, el público se quedó tan contento, que se instaló y se apapachó en sus asientos para seguir el chisme.
Porque narrar es también complicidad con el público, y que mejor complicidad que el chimol, que el chisme. Historias como de la mujer que no tenía comunicación con su marido que apenas y platicaba con ella, pero tuvieron catorce hijos, que qué bueno que no abrió la boca, imagínense.
El ambiente en el Trotski se hizo muy cálido, muy confortables nos hicieron sentir estas tres artistas, y hablar de las personas que en aquellas generaciones leían Vanidades, Cosmopolitan, Kena y anexas y que luego trataban de conseguir los libros de la asturiana, para finalmente empastarlos; ¡Pues no que los mexicanos no leemos!
Y el bestiario Telladesco: hombres invariablemente jóvenes, guapos, felices y millonarios; los contlapaches o contrapartes, o Tezcatliponk y Kijokoatl; mujeres a la moda, madres modelo, esposas extraordinarias, mártires, amas de casa, mujeres de mundo, familias disfuncionales, n’ombre cómo crees; el maestro y la alumna, el empresario y la secretaria la que apunta escribe y calla, cállate o la esposa te da un guamazo…
La Tellado es la más leída en España después del Quijote, esto según la UNESCO… Más prolífica que Lope de Vega, escribía una novela cada 5.6 días (los demás iba a misa a pruebas de campo) María Elena Carvajal se enfurece con todos estos datos y se pregunta ¡Esto es una falta de respeto para los maestros Saramago y Monsiváis (quién ciertamente escribió mucho sobre el tema, y si no hubiera fallecido hubiera estado fascinado de ver esta propuesta) ¿qué más Monsivaiano podría ser un sábado que ejercer libremente por la lateral de Río Churubusco las peripecias de la incipiente clase media española en épocas del franquismo? Con ecos en la naciente clase media alemanista, hasta la díazordacista…
Un señor en pleno ensayo en la Terraza, indignado se levantó de su sitio y les espetó que era un deliberado desperdicio de talento, estar estas narradoras haciéndole un homenaje a la Tellado.
Y el patrimonio de lo edulcorado cursi: Fernanda Villeli, Vargas Dulché, las radio y telenovelas…
Rosa Elena habla del primer amor que después del primer beso te lavas la pecaminosa boca, o no te la lavas a decir de Florina, soltando el respetable, estentórea carcajada, a fin de cuenta, este es el patrimonio muy tangible de nuestra chabacanería y la historia de las mentalidades de la segunda mitad del siglo pasado casi para acá. Los Happy endings, (nada que ver con los happily ever after cuenteriles de hadas) la protección de la familia, en esos que eran los tiempos de Monseñor Maciel et al… La Iglesia, el sueño americano, la posición acomodada, los electrodomésticos, el coche a la puerta y sobre todo, Corín Tellado proponía la relación de pareja y una sana sexualidad un poco inmaculada, pero sexualidad al fin. Abusitos light, culpas, bienvenidos abordo al tren ligero, al tren light, al tren Mc Cormick.

MENDELEWICZ SI HACE CAMBIOS NO COMO AGUIRRE
Y comienza la narración, después de la insistencia del Respetable que no se escuchaba bien, pasó a la narradora de voz más potente al centro, centro delantera que tomó la ídem en el orden a la palabra: Ro relata un cuento de Maupassant sobre la inocencia no tan perdida, de la sobrina “descarriada pero redimida” salva su destino de entregarse a la vida conventual benedictina, después de un influjo y asalto de la belleza en sus sentidos. No se puede vivir como si la belleza no existiera…

Ro, enorme nos narra de manera extraordinarísima un cuento no magnífico de Corín Tellado, aquí es dónde a decir de este tecleador la propuesta creció, fue muy divertida la solemnidad y seriedad del cuento, que Ro, dueña de los terrenos por los que mejor transita, por los del humor-amor, uf, un cuento muy simple de una señora que es molestada por su ex novio, y ahora toda una señorona de alto tupé embarazada de su amoroso pero hiperceloso marido de nombre Gastón Mendizábal, y el méndigo de Julián ex novio, haciéndosela fea extorsionándola, Ro, rescata de la nada un cuento que lo hizo crecer de una manera espectacular, muy bien por Ro, muy bien por el cambio que realiza el director técnico.

Una grata sorpresa fue encontrarme con Florina Piña y su creación narrativa, después de muchos años de no escucharla, verla tan suelta y con tan buen desempeño en el escenario, es un verdadero agasajo, desparpajada en la plática de café, se levanta y se enseñoreó con María Os Praceres de García Márquez, bárbara Flor, suelta en el escenario, su gestualidad extraordinariamente expresiva, muy buen lenguaje corporal y el intenso dominio de este cuento lo hicieron una verdadera delicia.

Una Flor Crecida. Extraordinaria. A la hora de sentarse nuevamente, parecía como si un meteorito hubiera caído en el Trotski, muchísima energía. Quizá en esta propuesta, esto fue un poco abrupto, pero impresionante. No menos impresionante fue la reacción de Marielena Carvajal que narró un cuento de Tellado sobre la diferencia de clases, lo narró de una manera tan sabrosa, que un tema tan chocante hubiera parecido un cuento exquisito, esto fue lo más disfrutable de la puesta en escena repito, como de la nimiedad de temática de Tellado, se crean estas atmosferas , habla del buen trabajo en el escenario de Carvajal, amores entre ingeniera naval que trabaja en astillero de Papi, con un bicicletero que lo único que aspiraba era a quererla, y mucho. Eran ya las 20.55 cuando Marielena culmina la función con un cuento por demás disfrutable de cómo le hace una mujer con tal de reavivar su matrimonio, vía agencia de viajes y Cancún.

El público aplaudió mucho. Fue una sorpresa muy grata, y sabrosa, al final más de uno nos resbalamos con la mermelada vertida en el piso, que se solidificó cuando alguien por ahí indicó que la Tellado fue magnífica escritora de novela policiaca, lo investigaremos y quien quita, otra magnífica tarde de cuentos en el Trotski.

EL DÍA QUE MURIÓ CORÍN TELLADO
ROSA ELENA BARRIENTOS, MARÍA ELENA CARVAJAL ,FLORINA PIÑA,
DIRECCIÓN MOISÉS MENDELEWICZ


SÁBADO 26 DE JUNIO DEL 2010.
MUSEO TROTSKI

9. MÉXICO- sección. Por amor y en honor a la palabra - "El tren de pasajeros" -
Hena Carolina Velázquez Vargas

* Periodista mexicana, psicoterapeuta Gestalt, narradora oral e instructora asociada del Sistema Tao Curativo. Este año viajé a China. El recorrido abarcó varias ciudades: Beijing, Wudang, Xendu y Xian. El grupo, integrado por 42 personas de Europa, México, Canadá y Estados Unidos, se trasladó en distintos transportes colectivos: avión, camión y ferrocarril.


El camino desde las montañas de Wudang a Xendu lo hicimos en tren y una noche entera la pasamos durmiendo en un coche dormitorio, hasta el amanecer y alcanzar el mediodía del día siguiente.


Subir otra vez a un coche dormitorio me llevó a viajar en el tiempo.


Recordé mi infancia y los días que pasé con mamá, mis hermanas y hermano mirando el paisaje de México arriba de un tren de pasajeros.



La nostalgia inundó mi corazón añorando un servicio que dejó de existir en nuestro país en los años noventa, luego que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari hiciera jugosos negocios y concesionara a empresas privadas la empresa paraestatal Ferrocarriles Nacionales de México, que ahora se dedican únicamente al transporte de carga.


Con esta decisión miles de trabajadores fueron jubilados o “liquidados” bajo la oferta del retiro voluntario. El servicio de pasajeros desapareció. Y actualmente sólo quedan algunas rutas cortas dedicadas al turismo como es el caso de la Sierra de Chihuahua; Tequila, Jalisco, y Cuautla, Morelos.



Como todos los trabajadores ferrocarrileros papá, que laboraba en las bodegas de Pantaco de la ciudad de México, tenía como una prestación laboral un pase anual para que su familia viajara en este transporte colectivo.



Una hermana y tres hermanos de mamá vivían en Ciudad Obregón, Sonora, y cada año en las vacaciones escolares de diciembre visitábamos el noroeste del país, en un recorrido que podía variar según el destino final de la ruta que abordáramos: las ciudades de Mexicali o Nogales, en la línea fronteriza con Estados Unidos.



El servicio iniciaba en el Defe, pasaba por la capital de Jalisco (Guadalajara) y de ahí seguía por varios estados del país cercanos a las costas del oceáno Pacífico --a este recorrido debía el tren su nombre— hasta llegar a Ciudad Obregón y estacionarse por unos minutos en su paso a la frontera.



Cuando nos tocaba la ruta a Nogales, la más larga pues teníamos que pasar un día entero en Guadalajara para enganchar el tren siguiente, mamá siempre decía: “¡Ay el subpaciencias!”

-- Qué horror. Es tan lento que nos va a pasar lo del cuento de los compadres, alegaba.


Y es que en una ocasión dos compadres salieron de su pueblo. Uno se fue en burro y el otro en ferrocarril. El que subió al tren, abrió la ventanilla y le gritó al otro: ¡Véngase compadre. Suba, aquí es más cómodo. No, le respondió el que montaba el burro. No ve que llevo prisa.



Lento pero seguro. La ruta del Pacífico, el subpaciencias, era fascinante. Llena de paisajes, túneles, puentes y montañas.


Nosotros nos divertíamos corriendo por los pasillos del tren de pasajeros (servicio Pullman), comiendo hot cakes en el carro comedor y mirando a los gringos tomar cerveza y tequila en el coche para fumadores.


De estos recuerdos les hablaré en la próxima estación. Hasta aquí llego hoy, con dos largos silbidos y como gritaba el Conductor en aquel entonces, antes de que partiera el tren de pasajeros: ¡Vaaaaaaamonos!


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